20 mayo 2009

SI LA VICTIMA ES UNA MUJER, LA HERIDA ES DE TODOS.






No hay que hacer un gran esfuerzo para recibir a diario un golpe brutal a nuestra conciencia. No es necesario tener gran imaginación ni ser muy creativo para detonar en nosotros esa terrible e incómoda mala costumbre de pensar. No hace falta ningún recurso adicional y saber que existen poderosas razones para comunicar aquello que nos atraganta...nos duele y corroe nuestra alma personal y social.

Las últimas semanas hemos sido testigos mudos de la forma cómo la sociedad se ensaña con quienes representan la más dramática paradoja: " las más fuertes son las más vulnerables".

Las mujeres representan-sin duda-una fortaleza que ni el más troglodita de los varones podría negar. He sido de los afortunados que ha podido ver en la cotidianeidad de miles de familias, cómo el soporte de ellas permite que, a partir de la entrega, el abandono de sí mismas, logra que el conjunto de la familia a la que pertenecen, crezca y se desarrolle en plenitud. No se trata entonces, de recurrir a lugares comunes para obtener el cariño de "ellas". Se trata de lograr, desde nuestra masculina mirada, que se entienda y reconozca el valor de expresiones tan comunes como "dejé de estudiar cuando me casé" ; " cuando nació mi hijo renuncié al trabajo" ; "cuando murieron mis padres me quedé en la casa y me hice cargo de mis hermanos" ; "cuando mi marido quedó cesante...salí a buscar trabajo en lo que fuera" ; "cuando me golpeó aquel a quien amaba...me fui y saqué adelante a mi familia";"cuando faltó el pan, lavé con lágrimas ropa ajena";" para evitar que la violencia se ensañara con mis hijos, acepté en silencio caricias que parecieron golpes y besos que parecieron vómitos".

En fin, se podría describir eternamente y en cortas frases, ejemplos de cómo estos íconos de la fortaleza, han logrado, renuncia tras renuncia, subsistir a siglos de violencia, privaciones y miserias. Ello ha afectado, en nuestra historia- transversalmente- a mujeres de toda condición social, económica, intelectual o política. Es lo único en que no han sido discriminadas...

La violencia en su contra puede encontrarse en cualquier tiempo y lugar. Ella está presente hasta en las más respetadas instituciones vinculadas a la fe y la espiritualidad. Sin embargo, han sido esos mismos testimonios cotidianos de humanidad y fortaleza, los que han permitido que hechos de violencia femicida como los que hemos conocido esta semana, golpeen nuestra conciencia de sociedad de modo tan brutal, que nos hagan reaccionar impulsando un proyecto de ley que sancione con penas ejemplares, a los autores de este tipo de actos.

No sé si será el camino correcto ni tengo mucha confianza (debo decirlo) en los legisladores. Solo sé que en una cultura como la nuestra, cualquier decisión que busque representar el dramático daño de la violencia, en cualquiera de sus expresiones y, especialmente, la ejercida contra la mujer, es un avance cualitativo importante. Es muy posible que no seamos nosotros los que veamos los frutos de los progresos logrados en esta materia. Sin embargo, debemos constituirnos en un referente moral infranqueable para lograr que las generaciones futuras puedan ser testigos de relaciones equilibradas, tolerantes y profundamente humanas.

Difícil aunque hermosa tarea en una sociedad que posterga el ser por el tener; el avanzar por el aplastar y el vivir por el consumir. Aún así...vale la pena el intento.

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